26 de septiembre de 2006

Hoy por ti, mañana...

Cerró el periódico con un gesto negativo de la cabeza mientras una azafata le ofrecía un zumo de naranjas. No podía creer la cantidad de accidentes mortales que se producían en el mismo punto, en la misma carretera. Era como un vórtice que lo llamaba y atraía pero del que había conseguido salvarse hasta ahora. Las Pedrizas, un puerto de montaña aparentemente fácil y seguro.

Todo ocurrió hacía ahora más de 20 años. Estudiaba en un instituto de secundaría como uno más, un poco empollón y listillo, pero uno entre tantos al final. El primer año de instituto se hizo un nuevo amigo por pura casualidad, cuando la tendencia era estar con la gente que conocía de primaria. Compartieron vecindad de mesas y descubrieron muchos gustos comunes: literatura en general, con preferencia por la ciencia-ficción, el cómic, jugar con el lenguaje, extrema timidez con las chicas…

No recordaba como había sido, tal vez como una casualidad más de la vida que parece jugar a tu favor. El caso es que hicieron pandilla con gente de otras clases y así la conocieron a ella.

No era ni la más lista, ni la más guapa, ni la más encantadora. Ni siquiera la más accesible, pero a él le encantó desde que la vio. Para colmo, tenían los mismos gustos musicales. Comenzó a verla fuera de la pandilla, a acompañarla a su casa. Se moría por besarla, pero la vergüenza era más fuerte a pesar de contar con la experiencia de novias anteriores.

Ser callado suele llevar aparejada la cualidad de ser observador y él se consideraba buen observador, aun a riesgo de perderse en los detalles. No pudo dejar de observar que su nuevo amigo también estaba enamorado de ella. Normal, tantos gustos parecidos tenían que llevar a esto por fuerza.

Durante días no supo que hacer hasta que decidió que su amistad era mayor que su amor. Ya había pasado por una situación similar antes y él fue el afortunado que se quedó con la dama mientras otro amigo se retiraba. Ahora era el turno de retirarse y dejar que su nuevo amigo pudiera encontrar la felicidad.

Ellos empezaron a salir. Él echó de menos acompañarla a casa y ver como sonreía y lo bien que olía su pelo pero saber que su nuevo amigo era feliz era suficiente recompensa.

Todo parecía maravilloso hasta que la muerte les recordó que la vida hay que disfrutarla en cada segundo porque al segundo siguiente se ha acabado y no hay más oportunidades. Los besos que no se dieron, las palabras que no se dijeron y millones de posibilidades que se extinguen como todas las hojas y flores que podría haber dado ese árbol si alguien no lo hubiera cortado.

Ella tenía una hermana con novio que tenía permiso de conducir y coche. Los cuatro murieron en accidente de circulación regresando de la feria de un pueblo cercano. En el mismo punto negro. El mismo tramo de carretera. Una atareada sucursal de la muerte.

El fue al cementerio con todos los compañeros del instituto. No era su primer contacto con la muerte pero una idea no dejaba de dar vueltas en su cabeza. Él podía haber muerto en ese mismo accidente si hubiera sido un poco más egoísta. Había escapado a la muerte por muy poco y tenía una nueva vida por delante.

Desde entonces, nunca volvió a pasar en coche por allí. Prefería dar un rodeo o utilizar otro medio de transporte, de preferencia el avión. La verdad es que gracias a su trabajo viajaba mucho en avión, casi semanalmente.

Los movimientos bruscos del avión lo sacaron de su ensoñación. Como siguiera moviéndose así, el avión se iba a desarmar. Miró por la ventanilla y vio como se acercaban a Málaga. Se estremeció al reconocer el puerto de montaña de Las Pedrizas allá abajo. Se encendieron las luces de “cinturón de seguridad” mientras los altavoces empezaban a dar instrucciones. Una mujer detrás de él gritó.

Cerró el periódico sin dar crédito a lo que acababa de leer. “Accidente de avión en el puerto de Las Pedrizas. Más de 200 muertos entre el pasaje del avión y los vehículos que circulaban por la zona”. Aun recordaba el movido aterrizaje de unas semanas antes y como la suerte le había vuelto a señalar. Había cancelado el viaje a última hora precisamente en el vuelo siniestrado. Ya le debía 2 a la muerte…

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