19 de diciembre de 2005

Una comida más...

Estaba viendo un documental en la TV hace unos días sobre el 20 de noviembre, la transición y la guerra civil. Solo recuerdo una cosa que siempre me ha gustado mucho: los carteles de propaganda de ambos bandos durante la guerra. En uno de ellos, se veía a un grupo de mujeres con armas y el puño izquierdo en alto y enseguida pensé lo que voy a compartir con vosotros.

¿Hasta dónde estaría dispuesto a ir (hacer) por defender mis ideas? Si de repente hubiera otra guerra civil y yo no estuviera de acuerdo con la ideas de los ganadores, ¿qué haría? ¿Lucharía? ¿Tragaría? ¿Me iría del país?

Me gustaría saber vuestra opinión (está claro que por mucho que uno imagine, hasta que no se ve en la situación, no actua, pero me agradaría conocer vuestra idea actual).

Después de darle varias vueltas, estoy seguro que tragaría o me iría del país si la cosa llegara a un límite intolerable para mi. No tengo alma de luchador porque durante mi vida no he necesitado luchar por casi nada. De una forma u otra no he tenido conflictos serios. Casi ni peleas de niños. Encima, me gusta presumir de tener una mentalidad tan abierta que a veces rozo el absurdo, por tanto, puedo aceptar casi cualquier idea aunque no llegue a compartirla.

Creo que viviré arrodillado en lugar de morir de pie... hasta que me toque morir y seguro que ni pueda elegir la postura.

5 de diciembre de 2005

Exorcismo público

En la mejor línea del periodismo rosamarillento, un testimonio desgarrador que no me ha dejado impasible y que no puedo sino reproducir aquí para deleite de algunos, burla de otros y aceptación de unos cuantos al reconocerse en la situación (los nombres y lugares han sido manipulados convenientemente para evitar la estigmatización pública):

Hola, me llamo K y no soy agrimensor. Tras una vida moderadamente satisfactoria y larga, me encuentro en un punto de inflexión que me plantea una duda existencial que algunos definirían como terrible.

Todo empezó con un mensaje de móvil (SMS) y una llamada perdida, aunque yo juraría que fue al revés, en esa hora de la noche que nunca he sabido definir. Según a quien saludas, te das cuenta si aun no se fue a dormir o recién se levantó. Era W que me citaba a su lado.

Tengo que confesar que adoro a W desde el primer instante que la vi, sentimiento que se vio reforzado nada más oirla hablar y notar que no era nada estúpida o tonta al uso.

Como ella se define, es una mujer de personalidad marcada, fuerte, con un aura sensual en todo lo que hace, como se mueve, como camina, incluso cuando te manda a la mierda. A pesar de ese carácter, me dan ganas de defenderla de todo, hacer lo que sea por ella, pero me temo que me paso de la raya.

No voy a decir que sea la mujer más hermosa del mundo porque esta es una opinión subjetiva y, por tanto, difícil de demostrar. Además, me cuesta horrores decidirme para cualquier cosa con más de una opción posible. Imaginen para decir quién es la mujer más hermosa del mundo... no acabaría nunca, a casi todas les encontraría cualidades que las harían acreedoras del puesto. Si puedo decir que no entra en la categoría de las feas, que aunque sea otra opinión subjetiva, no puedo permitir que por un instante piensen e imaginen una versión fea de W. No, para nada. Imagínenla como su ideal de belleza, seguro que habrá muchos casos en los que no coincida, pero alguno de ustedes acertará y otros se acercarán mucho.

Una prueba evidente de esa adoración que les trato de transmitir es que, a pesar de la hora, salté de la cama (sí, confieso que estaba durmiendo ¿o era dormido?) y corrí a su casa.

En este punto, este relato comenzaría a subir de temperatura, excitando a algunos y asqueando a otros, pero no me apetece entrar en detalles que laceran mi autoestima al recordarlos. Para abreviar (y yo sufrir menos), digamos que estabamos follando (o, al menos, intentándolo).

Y justo cuando estabamos listos para, para... ¿de verdad tengo que ser descriptivo? Es que no se me dan bien las descripciones. Aunque no sea agrimensor, soy de ciencias con un toque de letras, pero le tiro más al detalle aburrido, además que hablar (escribir) sobre sexo cuando salgo en la película me da cierto reparo. No tengo yo muy claro esto del anonimato de Internet del que todo el mundo habla. En fin, que ya estaba preparado, con mi pequeña (¿he dicho pequeña?) personalidad cavernosa con un nivel de sangre acumulada más que aceptable y llamando a la puerta del amor (¡joder, que cursi puedo llegar a ser, coño!).

Una mirada de W fue suficiente. "Ni se te ocurra sin condón" me dijeron sus ojos con cierto brillo asesino. "Tranquila, que ya me pongo uno", la tranquilice. Lo malo es que la que se tranquilizó fue mi personalidad cavernosa.

Fue ponerle la goma y sentir como si se quedara sin aire, como si se asfixiara. Había pasado lo peor. El seso se había impuesto al sexo. Pero serán cabrones mis dos cerebros. ¿Cómo se pueden poner de acuerdo así para joderme y evitar que yo pueda joder? ¡Mierda, no es justo! Resultado final: gatillazo.

Mi único consuelo es exponerme a la burla pública para tratar de superarlo, para que, entre un mar de risas y dedos acusadores, pueda reconocer la mirada culpable y baja de otros que han pasado por la experiencia.

Mi psicólogo me ha pedido que encuentre los motivos del suceso. Se me han ocurrido los siguientes:
  • Odio los condones, sobre todo el olor y el sabor que tienen. Y el proceso de colocarlo es destrempante. No entro en el tema de la sensibilidad porque eso es muy variable y estoy seguro que no es el problema principal.
  • La presión autoimpuesta (donde habré leido yo esta palabra antes) de quedar como el amante número 1 del mundo.
  • La falta de sueño / descanso debido a la mala vida nocturna.
  • El exceso de alcohol en sangre (aunque en esta ocasión es una pobre excusa, habida cuenta la ingesta de las últimas 48 horas).
  • Haberme masturbado 4 horas antes.
  • Los remordimientos por no estar seguro de estar haciendo lo correcto.

¡Vaya! Ahora que releo lo que he escrito, tengo clarísimo que es todo una paranoia mental. ¿Qué será de mi vida sexual a partir de ahora? Seguro que se corre la voz (bueno, al menos, alguien que se corre) o alguna mente lúcida me identifica a partir de las pequeñas pistas que, inconscientemente, he dejado en este relato. Ahora W nunca más me llamará a su lado. Si acaso, para que le limpie la casa o arregle su lavadora. ¿Me aceptarán en "El diario de Patricia"? W, de una forma retorcida y bizarra, te amo (¿o es deseo sexual puro?). No me abandones por nadie con un solo cerebro y/o una gran personalidad cavernosa hematopoyética. ¡WWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWW!

Aquí se pierde el relato. Desde que lo lei en esa página tan famosa que todos conocemos (no, hombre, Google no), miro todas las tardes "El diario de Patricia" con la esperanza de reconocer a K o W entre los invitados y me invade la culpabilidad cada vez que zapeo para mirar esas cajas de color rosa con dinero que un guapo presentador, adalid de los comedores de pollas en todos los sentidos, presenta. ¿Y si K sale justo cuando quedan 4 cajas y hay 300.000 euros en juego?

Además, el que más o el que menos ha tenido alguna vez un gatillazo, ¿verdad? ¿No? ¿De verdad? ¿Solo nos ha pasado a K y a mi? Ooooops, me habeis pillado.